Streat Market

Cervezas artesnales en Los Palos Grandes de la man o de David Ogaya

Las cervezas artesanales de Streat Market

En realidad, es difícil definir qué es Streat Market: Un comedero, una feria, un pequeño centro comercial o un oasis de la gastronomía diversa, pues no solo puedes pasear por sus recovecos y sus salas de juego, sino que en sus mesas campestres, quienes visitan el local, pueden escoger toda una variedad de platos que van desde lo japones, pasando por lo francés, lo peruano, lo americano, (si es que eres fanático de las costillas a la barbecue), la bocata catalana y hasta los platos criollos que deben estar previstos en estos días cuando estamos a punto de iniciarse el mes de diciembre. Pero entre toda esa gama, lo mejo de lo mejor es el bar que atiende David Ogaya y sus chicos, apenas cruzas la entrada en donde el cliente no sólo disfruta de las cervezas nacionales sino de tres o cuatro gamas de cervezas artesanales que, para los amantes de la bebida, saben a gloria. Recomendado, cinco estrellas y pregunten por David quien es tremendo anfitrión y aparte te da una charla magistral sobre sus cervezas artesanales.

Dirección: 3ra av entre 4ta y 5ta transversal de Los Palos Grandes. ¡Salud!

 

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En busca de lo bueno,  bonito y...  barato

A pesar de los altos precios en dólares, en los distintos restaurantes caraqueños, aún quedan ofertas y propuestas que los sibaritas y los amantes del buen gourmet, descubren en los sitios más intrincados por no decir ocultos de la capital. Uno de ellos es la Trobada, la tasca del club Catalán ubicado al final de la 3era avenida de los Palos Grandes, en donde los visitantes son atendidos por Ysair y Mariale. En semanas flexibles, ambas están ahí desde el mediodía hasta entrada la tarde, y en las radicales atienden a sus clientes hasta las 4 o 5 de la tarde. El ambiente es extraodinario para quienes desean disfrutar de un lugar acogedor con una maravillosa vista del este de la ciudad y parte del Ávila. Las bebidas a precios solidarios están disponibles para todos aquellos "atletas" que los fines de semana suben al cerro o simplemente realizan sus caminatas entre avenidas y transversales de la zona. 
 
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También para quienes aún guardan nostalgia por el viejo boulevar de Sabana Grande, se ecnuentra "El Mesón de Sabana Grande", un local pequeño que asombra con sus platos siempre bien presentados  con el gusto que Andrés Rivera le pone a cada una de sus propuestas.
Al visitarlo descubrirá uno de las más exquisitas propuestas gastronómicas de la ciudad: "El plato de la casa", una exquisitez difícil de ser degustada en algún otro local de la zona. Pero el resto de las ofertas no se quedan atrás y entre ellas se encuentran el cochinillo, el solomo, la totilla de frutos del mar,  los distintos filetes de pescado: atún, merluza, parguito y mero, por sólo mencionar algunos elaborados bajo las finas manos de Flor, una especie de mano derecha de Andrés y Juan Carlos Rivera.  
La atención en el salón corre por cuenta de Ángel Díaz, quien siempre aconseja lo mejor que tienen para los clientes más exigentes, con el tino justo en cuanto a calidad-precios, lo que no lo deja nunca quedar mal con la clientela habitual. 
Si bien el lugar pasa desapercibido para los nuevos comensales, no está demás orientarlos y la mejor manera es la de ubicarse frente al Banco industrial, y descender hasta el bulevar de sabana Grande. Impelable. Una carta provocativa, difícil de seleccionar, pues cada plato luce mejor que el anterior. Así los
dejarmos con las ganas de visitar este local y solo nos resta desearles un buen
provecho.
Dirección: Bulevar de Sabana
Grande  subiendo hacia la Av. Solano
frente al Banco Industrial. Tlf 763-56-98

 

 

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Akelare: la nota gastronómica

de Puente Anáuco

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Es colombiano, se llama Andrés Jaramillo y hace 32 años inauguró un restaurante único en el mundo. Su local se encuentra en Chía, a media hora de Bogotá, al pie de una carretera cuyos atascos (trancones) alargan el trayecto hasta dos horas. Poco importa. Centenares de clientes acuden a vivir la experiencia como si peregrinaran a un santuario. “Andrés es para rumbear, no para comer” me habían comentado días antes. No es cierto, casi todos sus platos están buenos a pesar de que sus cocinas despachan cifras de escalofrío. Algo tendrá cuando figura en el puesto 24 en el listado que en 2013 encabezó el restaurante de Gastón Acurio ( Astrid & Gaston) en Lima.

“De jueves a domingo recibimos a 10.000 personas. Al mediodía es menos bullicioso, por las noches la gente baila hasta la madrugada. Cada mes entre nuestros dos locales (Bogotá y Chía) y los puestos Andres Expres que tenemos repartidos por la ciudad asamos en las brasas 50 toneladas de carne de res, sin contar cerdos y pollos”, me comentaba el sábado el patrón de esta casa quien de manera imprevista decidió compartir mesa con nosotros. Hombre afable, que en su tarjeta de visita indica “Emperador vitalicio” en un gesto de ironía.

¿De qué negocio estamos hablando? ¿Macro restaurante con música y bullicio? ¿Sala de fiestas con carnes a la brasa? ¿Carnaval latino bajo un techo rústico donde se come y se baila al mismo tiempo? Difícil saberlo. Mejor definirlo como un trasatlántico de tierra donde 400 empleados atienden a miles de pasajeros. Y lo que es más meritorio, a partir de recetas populares colombianas que están bastante buenas.

Los camareros/as, que en su mayoría son estudiantes, bailan en cualquier momento. A su lado, actores profesionales y grupos musicales que animan el cotarro. Al primer golpe de vista, un local caótico donde personal y clientes se apretujan en el tránsito. Sin embargo, todo está calculado al milímetro.

¿Cómo se las arreglan para manejar tales avalanchas? Andrés me confesó que las reservas sonel único asunto que les causa problemas. El aparcamiento es gigantesco pero está ordenado matemáticamente por filas y vigilantes; cerca funciona una enfermería para atender contingencias, incluidos casos de alcoholismo y en el propio aparcamiento al aire libre en plena madrugada funciona una suerte de merendero donde se sirven salchichas y hamburguesas. “Yo fui el primero en poner en pie hace diez años los “Ángeles de la guarda” conductores que llevan a casa a los clientes en su propio coche previa reserva, servicio que luego nos han copiado en otros muchos rincones del mundo”, me dijo. Y todo ello en un ambiente de estética abigarrada, recargada, surrealista y desconcertante. No conozco en el mundo un restaurante con tantos cachivaches colgando de las paredes, ni semejante sentido del humor reflejado en los carteles. Híper realismo mágico o como queramos llamarlo.

¿Caro o barato? Depende. “Andrés carne de res es bueno, bonito y carito”, suelen decir los asiduos. Alrededor de 40/50 euros, según el vino que se elija. Razonable, teniendo en cuenta que las materias primas son de calidad y el punto de las recetas acertado. Estupendo, si se considera que incluye el espectáculo que pone uno mismo.

Probamos varios zumos de frutas, recién exprimidos, al natural o batidos con leche. Excepcionales. Los cortes de vacuno, al menos los que yo probé, más que aceptables. Me encantaron la arepa de maíz y los palitos de yuca fritos, especialidades de una carta particularmente extensa.

Que yo sepa, por “Andrés carne de res” han desfilado todos los cocineros extranjeros que han asistido esta semana a Alimentarte 2014.

 El sábado por la noche 23 de agosto, tenían reservada mesa los hermanos Roca, dentro de la gira que realizan con el BBVA. Lástima no haber coincidido con ellos. Lo cierto es que nadie quiere perdérselo

 

 

 

 

El otro Andrés, el de Venezuela

 

 

Su estampa cordial lo dice todo. Apenas traspasas la puerta del local lo encuentras: bien en guayabera, en camisa y corbata, o con su sueter de cuello en “V” vino tinto como si estuviera dándole apoyo a la selección venezolana de Futbol. Su trayectoria de años con su comida de “Patrón” como el la llama le otorgan las credenciales más altas en lo que a su personalidad se refiere. Es un hombre que se hace sentir, ¡y vaya que sí¡ de tal manera que cuando está de descanso, el local se queda sin su estrella más brillante. Al igual que un eclipse, todo oscurece por momentos. Afortunadamente las sombras son pasajeras, y a su llegada, al día siguiente, la luz inunda de nuevo todo el espacio. No ha pasado nada, aún faltan cinco mil millones de años para que el sol deje de brillar.  Nació en Ourence. Ciudad cuya primera teoría señala que fue bautizada por los romanos posiblemente como «La ciudad del oro» (Auriense) por su enorme abundancia de este metal,  que se podía encontrar en el curso del propio río Miño. Será por esto que su aura es dorada o por su pinta de seminarista que no es nada nueva. Viene con él desde la adolescencia. Cómo mínimo debe haber trabajado en más diez locales de prestigio. De allí la elegancia que lo caracteriza. Si en cada uno de ellos estivo entre dos y cinco años, promediando podríamos concluir que lleva más de treinta años en esta labor. Eso sin contar que desde 1997 optó por abrir tienda aparte con su Mesón, lo que nos obliga a sumarle a la anterior cifra catorce años más. ¡uff¡. No existe medalla que de tanto honor al mérito.  Quizás sea el trabajo la fuente de la eterna juventud.

Alberto Soria, “ejemplo cercano y gozoso del valor de la cocina honesta y con fundamento entre nosotros”.

¿Se come barato en los restaurantes?

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Lo más barato de Río de Janeiro

Con la llamada gourmetização y el encarecimiento de la vida en Río de Janeiro, que se prepara para la "Nueva normalidad" a pesar de ser el primer país de latinoamerica en contagios. Sin embargo, eso no amilana a sus comerciantes, muchos bares tradicionales van cerrando sus puertas cada mes y, en su lugar, nacen nuevas y modernas (y carísimas) versiones. Así que los locales con el sello BB (buenos y baratos) son cada vez más difíciles de encontrar. Pero hay luz al final del túnel. Seleccionamos cinco establecimientos supervivientes en diferentes zonas de la ciudad que mantienen menús y precios atractivos, perpetuando, de esta manera, el alma bohemia de esta ciudad maravillosa

Este típico bar de tapas portuguesas y españolas va en dirección opuesta a la moda de bares hispanos de aire gourmet que llenaron la ciudad en los últimos años. La Adega Pérola (Siqueira Campos, 138) mantiene tapas tradicionales, como croquetas de bacalao, sardinas fritas, pulpo a la vinagreta y ostras, entre otras. Más de 70 opciones en la barra que pueden ser acompañadas con una caña fresca o un vaso de vino. La decoración es típica de taberna: sillas y mesas de madera fijadas al suelo. Abierto en 1957, estuvo a punto de cerrar en 2010 al fallecer el antiguo propietario, pero un grupo de amigos y amantes del lugar lo mantuvieron a flote. “Mantenemos el alma de un bar de tapas con algo de la cocina portuguesa y un menú modernizado con ingredientes actuales. Pero la clave es la misma: calidad e informalidad", explica Marcelo Paulus

El Pavão Azul (Hilário de Gouveia, 71) es otro ejemplo de bar sencillo que agrada a turistas y cariocas. Las mesas son de plástico, la cerveza está muy fría y la comida es buena y barata, como su famoso arroz de gambas para dos personas (9 euros). El bar, de las hermanas Bete y Vera, atentas a todo, es conocido por sus pataniscas de bacalao (croquetas especiales) y pasteles (empanadas brasileñas fritas). Hace un par de años abrió un segundo local al otro lado de la calle; el original se llenaba siempre.

Al otro lado de la ciudad, Momo (General Espírito Santo Cardoso, 50) es uno de esos bares donde el lujo no está en la decoración sino en la cocina. Platos como la croqueta de arroz, el tartare de jiló o la hamburguesa de la casa, creados por el chef Toninho, son ya clásicos en la ciudad, y siempre a precios moderados. El viernes es el día de la famosa feijoada. “Aquí se sirve comida de verdad a precios humanos, algo raro en la ciudad hoy en día. La carne asada (ropa vieja) es la mejor que conozco y, con farofa, da para tres personas”, dice el cantante Gabriel da Muda, apasionado por la gastronomía de los bares. Momo es un ejemplo perfecto del tradicional botequim: comida excelente, clientes cautivos, buen precio y sonrisa al atender al cliente

 

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